Solemos poner candado al corazón, cuando “fracasamos” en una o más relaciones. Creyendo que el amor bonito y complementario no es para nosotros. Al volvernos inseguros, pasamos la llave y nos obligamos a endurecernos y hasta volvernos incrédulos y cínicos en cuanto a las relaciones. Obviamente de la boca para fuera, porque por dentro seguimos anhelando hacer match con otra persona, ser aceptados, valorados y amados sin tanto drama novelero de por medio.
La cosa está, en que luego de una o varias rupturas (sea cual sea la razón) nos cuesta encontrar la raíz que nos lleve a entender, por qué repetimos los mismos patrones de conducta o por qué elegimos el mismo perfil de relaciones; Y es justo allí, donde se tranca el juego pues, comenzamos a inventar hipótesis que poco cercanas son a la realidad. Y en lugar de revisar, profundizar en nuestra historia personal para sanar las heridas abiertas, vamos cerrando puertica tras puertica, dejando sin resolver lo que es vital para avanzar.
Sé que es doloroso pasar por rupturas, ver como los demás disfrutan de relaciones aparentemente felices mientras nosotros nos mordemos las ganas. Pero, nada cambia si no afrontamos con valentía y de frente lo que sucede. Tal vez, puedas atravesar el proceso de autoexploración sin ayuda o puede que necesites de alguien más para que te ilumine lo que a ti te cuesta, y así sanar.
Sea como sea, lo importante es que en lugar de cerrarte y creerte la mentira de que no existe el amor para ti o la persona con la que puedas compartir el camino, desde una relación nutritiva y saludable, aceptes lo vulnerable que te sientes y a partir de allí reconstruyas las piezas de tu rompecabezas personal; aceptando, reconociendo, perdonando y soltando para re-descubrir el amor primero en ti y luego cuando sea el momento, en otro.
No pongas el candado, ábrete y conócete para que al hacer las paces contigo y tu historia, veas y sientas el amor de otra manera. La salida siempre es hacia adentro.
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