Solemos poner candado al corazón, cuando “fracasamos” en una o más relaciones. Creyendo que el amor bonito y complementario no es para nosotros. Al volvernos inseguros, pasamos la llave y nos obligamos a endurecernos y hasta volvernos incrédulos y cínicos en cuanto a las relaciones. Obviamente de la boca para fuera, porque por dentro seguimos anhelando hacer match con otra persona, ser aceptados, valorados y amados sin tanto drama novelero de por medio. La cosa está, en que luego de una o varias rupturas (sea cual sea la razón) nos cuesta encontrar la raíz que nos lleve a entender, por qué repetimos los mismos patrones de conducta o por qué elegimos el mismo perfil de relaciones; Y es justo allí, donde se tranca el juego pues, comenzamos a inventar hipótesis que poco cercanas son a la realidad. Y en lugar de revisar, profundizar en nuestra historia personal para sanar las heridas abiertas, vamos cerrando puertica tras puertica, dejando sin resolver lo que es vital para avanzar.