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Mostrando entradas de junio, 2018

No pongas el candado!

Solemos poner candado al corazón, cuando “fracasamos” en una o más relaciones. Creyendo que el amor bonito y complementario no es para nosotros. Al volvernos inseguros, pasamos la llave y nos obligamos a endurecernos y hasta volvernos incrédulos y cínicos en cuanto a las relaciones. Obviamente de la boca para fuera, porque por dentro seguimos anhelando hacer match con otra persona, ser aceptados, valorados y amados sin tanto drama novelero de por medio. La cosa está, en que luego de una o varias rupturas (sea cual sea la razón) nos cuesta encontrar la raíz que nos lleve a entender, por qué repetimos los mismos patrones de conducta o por qué elegimos el mismo perfil de relaciones; Y es justo allí, donde se tranca el juego pues, comenzamos a inventar hipótesis que poco cercanas son a la realidad. Y en lugar de revisar, profundizar en nuestra historia personal para sanar las heridas abiertas, vamos cerrando puertica tras puertica, dejando sin resolver lo que es vital para avanzar.

Dejar ir y Sostener...

Con frecuencia me descubro diciéndole a los alumnos de yoga o meditación: "suelta", "deja ir", "desecha", con el fin de que liberen aquellas ataduras que les impiden superar ciertas situaciones o acercarse un poco más a su verdad esencial. Pero últimamente, me cosquillean algunas preguntas en la cabeza: ¿Hasta qué punto es bueno soltar? ¿Hay que soltarlo todo, desde el primer momento? ¿Y si sostengo, en vez de soltar? ¿Cuándo sostener y cuándo soltar? Y dadas estas preguntas, surgieron las siguientes reflexiones: 1. Aprender a soltar, implica un profundo ejercicio de desapego y por ende menos sufrimiento. Cuando desde la observación sin juicios, identificamos una situación que reincidente o no, nos produce dolor/rabia/ansiedad/miedo, podemos entrenar para evitar engancharnos y quedar atrapados y colonizados por la emoción. Bajo la premisa de que: NO SOMOS lo que pensamos, NO SOMOS lo que sentimos. 2. Dejar ir, nos permite crear nuevos espacios