Con frecuencia me descubro diciéndole a los alumnos de yoga o meditación: "suelta", "deja ir", "desecha", con el fin de que liberen aquellas ataduras que les impiden superar ciertas situaciones o acercarse un poco más a su verdad esencial.
Pero últimamente, me cosquillean algunas preguntas en la cabeza:
¿Hasta qué punto es bueno soltar?
¿Hay que soltarlo todo, desde el primer momento?
¿Y si sostengo, en vez de soltar?
¿Cuándo sostener y cuándo soltar?
Y dadas estas preguntas, surgieron las siguientes reflexiones:
1. Aprender a soltar, implica un profundo ejercicio de desapego y por ende menos sufrimiento. Cuando desde la observación sin juicios, identificamos una situación que reincidente o no, nos produce dolor/rabia/ansiedad/miedo, podemos entrenar para evitar engancharnos y quedar atrapados y colonizados por la emoción. Bajo la premisa de que: NO SOMOS lo que pensamos, NO SOMOS lo que sentimos.
2. Dejar ir, nos permite crear nuevos espacios para darle la bienvenida a otros aprendizajes y diferentes versiones del yo en permanente construcción.
3. Que soltar, dejar ir, liberar, no se conviertan en actos de evasión a las responsabilidades que debo asumir para mi propio crecimiento y desarrollo personal. Es decir, no se trata de "dejar ir" ese trabajo porque es muy difícil y me esclaviza o "soltar" esa relación porque exige que ceda y negocie en ciertas ocasiones y yo no quiero cambiar mis formas de hacer y ver las cosas. Todo hay que pasarlo bajo la lupa para contemplar con detalle, las causas reales.
4. Si hay tiempo para soltar, cuando algo ya ha cumplido su función en nuestra vida, entonces, también hay tiempo para sostener, aquello que necesita revisión y aceptación, para luego ver qué hacer con ello. Así como en la respiración consciente (inhalas, retienes, exhalas, retienes) en la vida es necesario, la integración armónica de los momentos para liberar y aquellos para sostener, porque nos nutrimos del equilibrio.
5. Podemos pelearnos con nuestras creencias, y viene bien cuestionarlas, vaciar la mochila que cargamos desde que nacemos. Porque en ese proceso, nos percatamos de lo que ya se venció, nunca funcionó y debo desechar y de aquello que puedo sostener, pues es el enlace directo con mi centro.
6. Sostener el recuerdo de una persona, de un amor, de una época, de un país... no hace daño si lo hacemos desde la gratitud y a corto plazo, pues de lo contrario, aferrarnos nos alejaría contundentemente del presente impidiendo que disfrutemos del aquí y el ahora, como se nos presenta.
Tan peligroso es volverse adicto a < soltar - dejar ir> desmedidamente como <sostener - retener> aunque se vuelva una carga pesada, hiriente y asfixiante.
Nuevamente termino por elegir el camino del medio, donde lejos de polarizarme busco intuitivamente seleccionar de acuerdo a la situación y al momento, entre muchas otras características, si soltar o sostener. Decido bailar entre ambos ritmos, con el propósito interno de ver con claridad y asumir de la forma más asertiva cada proceso.
Pero últimamente, me cosquillean algunas preguntas en la cabeza:
¿Hasta qué punto es bueno soltar?
¿Hay que soltarlo todo, desde el primer momento?
¿Y si sostengo, en vez de soltar?
¿Cuándo sostener y cuándo soltar?
Y dadas estas preguntas, surgieron las siguientes reflexiones:
1. Aprender a soltar, implica un profundo ejercicio de desapego y por ende menos sufrimiento. Cuando desde la observación sin juicios, identificamos una situación que reincidente o no, nos produce dolor/rabia/ansiedad/miedo, podemos entrenar para evitar engancharnos y quedar atrapados y colonizados por la emoción. Bajo la premisa de que: NO SOMOS lo que pensamos, NO SOMOS lo que sentimos.
2. Dejar ir, nos permite crear nuevos espacios para darle la bienvenida a otros aprendizajes y diferentes versiones del yo en permanente construcción.
3. Que soltar, dejar ir, liberar, no se conviertan en actos de evasión a las responsabilidades que debo asumir para mi propio crecimiento y desarrollo personal. Es decir, no se trata de "dejar ir" ese trabajo porque es muy difícil y me esclaviza o "soltar" esa relación porque exige que ceda y negocie en ciertas ocasiones y yo no quiero cambiar mis formas de hacer y ver las cosas. Todo hay que pasarlo bajo la lupa para contemplar con detalle, las causas reales.
4. Si hay tiempo para soltar, cuando algo ya ha cumplido su función en nuestra vida, entonces, también hay tiempo para sostener, aquello que necesita revisión y aceptación, para luego ver qué hacer con ello. Así como en la respiración consciente (inhalas, retienes, exhalas, retienes) en la vida es necesario, la integración armónica de los momentos para liberar y aquellos para sostener, porque nos nutrimos del equilibrio.
5. Podemos pelearnos con nuestras creencias, y viene bien cuestionarlas, vaciar la mochila que cargamos desde que nacemos. Porque en ese proceso, nos percatamos de lo que ya se venció, nunca funcionó y debo desechar y de aquello que puedo sostener, pues es el enlace directo con mi centro.
6. Sostener el recuerdo de una persona, de un amor, de una época, de un país... no hace daño si lo hacemos desde la gratitud y a corto plazo, pues de lo contrario, aferrarnos nos alejaría contundentemente del presente impidiendo que disfrutemos del aquí y el ahora, como se nos presenta.
Tan peligroso es volverse adicto a < soltar - dejar ir> desmedidamente como <sostener - retener> aunque se vuelva una carga pesada, hiriente y asfixiante.
Nuevamente termino por elegir el camino del medio, donde lejos de polarizarme busco intuitivamente seleccionar de acuerdo a la situación y al momento, entre muchas otras características, si soltar o sostener. Decido bailar entre ambos ritmos, con el propósito interno de ver con claridad y asumir de la forma más asertiva cada proceso.
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