Formamos capas y capas de protección, sobre situaciones y sentimientos que no logramos entender y con los que tenemos que convivir durante toda nuestra vida. Está "bien" hacerlo, es una estrategia de compensación para continuar sin que nos afecte aparentemente. Pero mientras más tiempo usamos esas coberturas más fuertes se vuelven los efectos en nuestra personalidad: altivez, mentiras, descuido personal, desapego, co-dependencia, sobreprotección, baja autoestima, excesivo control, vicios, etc, alejándonos de nuestra esencia. Por eso, hay momentos en los que urge revisar, desempolvar esas armaduras, desarmarlas y aceptar nuestra vulnerabilidad. Pues, es la manera en cómo nos percatamos de las respuestas automáticas, de los patrones repetidos y las conductas heredadas que por lo general, lejos de constribuir a nuestro estado de armonía y libertad, nos aprisionan desde lo más profundo del subconciente, de nuestros miedos y apegos. Hay detonantes que nos devuelven a esas escenas