Siempre me ha parecido curiosa, la manera en cómo las mujeres nos miramos en la calle. De reojo o de abajo a arriba, cual especie de scanner detallando el outfit o la figura.
Pero ojalá esa forma (un tanto despectiva) se quedara únicamente en el escenario físico y no fuese el reflejo de los pensamientos que pasan por nuestra cabeza, cada vez que nos topamos con otra mujer...
Estamos tan inmersas en esta jungla de competencias y caretas, tan atadas a nuestras inseguridades que terminamos proyectándonos en las otras, desde la carencia y lo que quisiéramos hacer o ser con libertad.
Nos hemos dado muy duro entre nosotras, y siento que es tiempo de recuperarnos como tribu, como hermanas, como apoyo, como puentes...
Nos invito a que practiquemos algunos de estos ejercicios o todos, para reconocernos desde la complementariedad, desde esa esencia hermosa, creadora y nutritiva que traemos por ser Mujer!
1. Observa (sin juicio), acepta y perdona tu sistema nuclear femenino. Madre, abuelas, hermanas, tías influyen en tus creencias, impactan tu femineidad y el abordaje del mismo desde sus propias experiencias. Y tal vez, decisiones que tomaron, actitudes que asumieron no fueron las más asertivas pero era lo que tenían que hacer en el momento. Así que si te afectaron, no lo hicieron para herirte, ellas estaban luchando sus propias batallas. Entonces, sin convertirte en inquisidora, presta atención a lo que pasó en tu historia y si hay algo que trabajar, hazlo! Si hay algo que soltar, hazlo! pero sobre todo si hay algo que perdonar: Hazlo!. Pues ello te dará la libertad para asumir con claridad y paz de dónde vienes.
2. Ninguna mujer te quita nada! Ni pareja, ni trabajo, ni el vestido que te gustó en la tienda. Primero, porque nada nos pertenece y segundo porque cada cosa, persona, situación que se nos acerca o con la que establecemos alguna relación, está en el momento justo para cada una. Y depende más de lo que trabajamos a nivel interior (disciplina, educación, amor propio, consciencia, confianza...) que de lo que "otra nos quita". Así que suelta la necesidad de estar un paso adelante de ella o ellas y confía en tu proceso, en tus tiempos.
3. Escucha con atención las palabras que utilizas hacia otras mujeres. Adjetivos como "bicha" "perra" "desgraciada" entre otros, que incluso siendo en broma, denigran la imagen de cualquier mujer, sin saber lo que hay del otro lado de la historia. Nos convierte en verdugas, inquisidoras, juzgando lo que no nos corresponde.
Recuerda además, que lo que hablas de otras personas, dice más de ti que de ellos.
4. Revisa esos pensamientos y diálogos que se generan desde la envidia. Cuando te sorprendas pensando cosas como: "mira todo lo que come y nada que engorda, ojalá se atragante", "como es que siendo tan fea tiene un esposo tan detallista y guapo", "seguro que para tener ese cargo, se acostó con media junta directiva" cámbialos por: "Bendigo tu vida" "Honro tu valentía" o por cualquier otra frase que resalte eso que ves en ella, que quisieras trabajar y fortalecer en ti.
5. Empatía, conexión y compasión. Ponte en sus zapatos y ofrece tu ayuda con apertura y sin esperar retribución. La historia no nos ha favorecido y las consecuencias siguen viéndose ahora. Cuando nos sentimos juzgadas, sobrecargadas, anuladas, utilizadas, por un sistema que cree que salimos de una costilla y que le resta importancia al hecho de que los parimos a todos! Y desde esa constante presión, podemos sentirnos abrumadas y solas. Por ello, es vital crear enlaces de empatía y conexión real con otras. Darnos apoyo, motivarnos, contarnos las historias desde la valentía para que no se repitan los abusos, para drenar las cargas, para tejer redes de consciencia.
Definitivamente no se trata de ser perfectas, sino conscientes. Y mientras más trabajemos en nuestros miedos, apegos, carencias, inseguridades, perdonando, aceptando y amando quiénes somos. Podremos conectar con otras mujeres desde el respeto, el amor compasivo, la sabiduría que nos da la experiencia, la humildad, el servicio y la alegría de sabernos diferentes pero iguales al mismo tiempo. Sin mirarnos por el rabito del ojo y sin guardar rencores ni envidias en el bolsillo del corazón.
Sanemos mujeres y enseñemos a nuestras hijas, hermanas, primas, amigas el valor sagrado de nuestra femineidad como instrumento de liderazgo consciente, paz y creación. Pero sobre todo, el valor de reconocernos en las miradas de las otras sin ínfulas de superioridad.
Pero ojalá esa forma (un tanto despectiva) se quedara únicamente en el escenario físico y no fuese el reflejo de los pensamientos que pasan por nuestra cabeza, cada vez que nos topamos con otra mujer...
Estamos tan inmersas en esta jungla de competencias y caretas, tan atadas a nuestras inseguridades que terminamos proyectándonos en las otras, desde la carencia y lo que quisiéramos hacer o ser con libertad.
Nos hemos dado muy duro entre nosotras, y siento que es tiempo de recuperarnos como tribu, como hermanas, como apoyo, como puentes...
Nos invito a que practiquemos algunos de estos ejercicios o todos, para reconocernos desde la complementariedad, desde esa esencia hermosa, creadora y nutritiva que traemos por ser Mujer!
1. Observa (sin juicio), acepta y perdona tu sistema nuclear femenino. Madre, abuelas, hermanas, tías influyen en tus creencias, impactan tu femineidad y el abordaje del mismo desde sus propias experiencias. Y tal vez, decisiones que tomaron, actitudes que asumieron no fueron las más asertivas pero era lo que tenían que hacer en el momento. Así que si te afectaron, no lo hicieron para herirte, ellas estaban luchando sus propias batallas. Entonces, sin convertirte en inquisidora, presta atención a lo que pasó en tu historia y si hay algo que trabajar, hazlo! Si hay algo que soltar, hazlo! pero sobre todo si hay algo que perdonar: Hazlo!. Pues ello te dará la libertad para asumir con claridad y paz de dónde vienes.
2. Ninguna mujer te quita nada! Ni pareja, ni trabajo, ni el vestido que te gustó en la tienda. Primero, porque nada nos pertenece y segundo porque cada cosa, persona, situación que se nos acerca o con la que establecemos alguna relación, está en el momento justo para cada una. Y depende más de lo que trabajamos a nivel interior (disciplina, educación, amor propio, consciencia, confianza...) que de lo que "otra nos quita". Así que suelta la necesidad de estar un paso adelante de ella o ellas y confía en tu proceso, en tus tiempos.
3. Escucha con atención las palabras que utilizas hacia otras mujeres. Adjetivos como "bicha" "perra" "desgraciada" entre otros, que incluso siendo en broma, denigran la imagen de cualquier mujer, sin saber lo que hay del otro lado de la historia. Nos convierte en verdugas, inquisidoras, juzgando lo que no nos corresponde.
Recuerda además, que lo que hablas de otras personas, dice más de ti que de ellos.
4. Revisa esos pensamientos y diálogos que se generan desde la envidia. Cuando te sorprendas pensando cosas como: "mira todo lo que come y nada que engorda, ojalá se atragante", "como es que siendo tan fea tiene un esposo tan detallista y guapo", "seguro que para tener ese cargo, se acostó con media junta directiva" cámbialos por: "Bendigo tu vida" "Honro tu valentía" o por cualquier otra frase que resalte eso que ves en ella, que quisieras trabajar y fortalecer en ti.
5. Empatía, conexión y compasión. Ponte en sus zapatos y ofrece tu ayuda con apertura y sin esperar retribución. La historia no nos ha favorecido y las consecuencias siguen viéndose ahora. Cuando nos sentimos juzgadas, sobrecargadas, anuladas, utilizadas, por un sistema que cree que salimos de una costilla y que le resta importancia al hecho de que los parimos a todos! Y desde esa constante presión, podemos sentirnos abrumadas y solas. Por ello, es vital crear enlaces de empatía y conexión real con otras. Darnos apoyo, motivarnos, contarnos las historias desde la valentía para que no se repitan los abusos, para drenar las cargas, para tejer redes de consciencia.
Definitivamente no se trata de ser perfectas, sino conscientes. Y mientras más trabajemos en nuestros miedos, apegos, carencias, inseguridades, perdonando, aceptando y amando quiénes somos. Podremos conectar con otras mujeres desde el respeto, el amor compasivo, la sabiduría que nos da la experiencia, la humildad, el servicio y la alegría de sabernos diferentes pero iguales al mismo tiempo. Sin mirarnos por el rabito del ojo y sin guardar rencores ni envidias en el bolsillo del corazón.
Sanemos mujeres y enseñemos a nuestras hijas, hermanas, primas, amigas el valor sagrado de nuestra femineidad como instrumento de liderazgo consciente, paz y creación. Pero sobre todo, el valor de reconocernos en las miradas de las otras sin ínfulas de superioridad.
Comentarios
Publicar un comentario